UTILIZACIÓN DE PESTICIDAS Y ESTRATEGIAS DE GESTIÓN INTEGRADA DE PLAGAS

Los pesticidas, que incluyen insecticidas, herbicidas y fungicidas, se han convertido en herramientas esenciales para salvaguardar los rendimientos de los cultivos. Sin embargo, sin la formación y la conciencia adecuadas, su uso conlleva muchos problemas, entre los cuales: degradación ambiental, afectando a ecosistema terrestres y marinos, impactos negativos en la biodiversidad, eliminando organismos no objetivo, creando resistencia en los organismos no deseado y los posibles riesgos para la salud por los operadores y la población vecina. Por esto, en las últimas décadas, ha habido una creciente conciencia de la necesidad de prácticas agrícolas más sostenibles, lo que ha llevado a la adopción de estrategias de gestión integrada de plagas (GIP) y a una reducción de la dependencia de pesticidas.

En términos absolutos, España es uno de los tres mayores consumidores europeos de pesticidas, junto con Francia e Italia. Sin embargo, si relacionamos el consumo a la superficie cultivada, la agricultura española utilizó una media de 2,6 kilogramos de biocidas por hectárea (FAO, 2020), posicionándose por debajo de la media europea de ese año (3,3 kg para la UE).

Los territorios que han desarrollado una agricultura muy especializada, con cultivos intensivos cuales cítricos, olivos, viñedos y hortalizas, son lo que tienen los valores mas elevados de contaminación.

A nivel europeo, la autorización de productos fitosanitarios está regulada por el Reglamento (CE) n.º 1107/2009, cuyo objetivo es garantizar el uso seguro de los pesticidas y minimizar los impactos ambientales, mientras su utilización se articula en el marco de Directiva (CE) 2009/128 cuyo puntos claves son:

  1. Gestión Integrada de Plagas (GIP): La directiva fomenta la adopción de la Gestión Integrada de Plagas, que combina diferentes métodos de control, como medidas preventivas, biológicas, físicas y químicas.
  2. Planes de Acción Nacionales: Los Estados miembros deben desarrollar Planes de Acción Nacionales para promover la adopción de prácticas agrícolas sostenibles.
  3. Reducción de Riesgos: La directiva establece objetivos específicos como la reducción de la cantidad total de pesticidas utilizados y la restricción de ciertos productos en áreas sensibles.
  4. Formación y Certificación: Los operadores deben recibir formación adecuada y, en algunos casos, obtener una certificación para aplicar los productos de manera segura y efectiva.
  5. Registro de Datos: Se establece la obligación de mantener registros precisos sobre el uso de pesticidas.
  6. Promoción de la Investigación: La directiva alienta la investigación en técnicas y métodos de control no químicos, así como la promoción de productos fitosanitarios menos perjudiciales.

Para abordar los desafíos planteados por el uso de pesticidas, la agricultura española está adoptando cada vez más alternativas sostenibles, con un enfoque holístico que combina diferentes estrategias biológicas, culturales, físicas y químicas para controlar las plagas al tiempo que se minimizan los impactos ecológicos y de salud. La GIP se fundamenta en varios principios clave:

  1. Monitoreo y Evaluación: Implica un monitoreo constante y preciso de las poblaciones de plagas y enfermedades en los cultivos. Esto permite tomar decisiones informadas sobre cuándo y cómo intervenir.
  2. Prevención: Se enfoca en la prevención a través de prácticas como la selección de variedades resistentes, la rotación de cultivos y la mejora de las condiciones de crecimiento de las plantas.
  3. Intervenciones Biológicas: Utiliza organismos beneficiosos o enemigos naturales de las plagas para controlar sus poblaciones. Estos enemigos naturales pueden incluir insectos depredadores, parásitos y patógenos.
  4. Control Cultural: Se basa en prácticas agrícolas que modifican el ambiente de manera que sea menos favorable para las plagas.
  5. Control Físico: Involucra el uso de barreras físicas, trampas y otros métodos que interfieren directamente con las plagas y su ciclo de vida.
  6. Uso Químico Selectivo: Si se requiere, se usan productos químicos de manera estratégica y selectiva, minimizando la cantidad y frecuencia de aplicación y eligiendo productos de baja toxicidad para organismos inocuos.
  7. Educación y Formación: La capacitación de agricultores y técnicos es fundamental para implementar con éxito el MIP, ya que se requiere una comprensión sólida de las interacciones entre las plagas, los cultivos y el entorno.

Si bien los pesticidas sin duda han contribuido a aumentar los rendimientos de los cultivos, las consecuencias ambientales y para la salud que conllevan justifican una reevaluación de las prácticas agrícolas.

Se necesita un compromiso colectivo de todos los actores involucrados (productores, consumidores, distribuidores, investigadores y legisladores) para hacer una transición hacia sistemas agrícolas más resilientes y menos dependientes de pesticidas.

En este panorama es fundamental el papel del personal especializado con capacitación en el uso de plaguicidas y prácticas de manejo integrado de plagas para responder a la creciente demanda de una agricultura respetuosa con el medio ambiente y que proporcione productos seguros para la población.

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