MÉTODOS BIOLÓGICOS EN EL CONTEXTO DE LA GESTIÓN INTEGRADA DE PLAGAS

El empleo de métodos químicos ha venido siendo tradicionalmente la principal herramienta para el control de plagas. Sin embargo, como consecuencia de la estricta regulación actual en el uso de plaguicidas, que prioriza la protección de la salud y el medio ambiente y a la adopción de estrategias basadas en la Gestión Integrada de Plagas (GIP), surge la necesidad de explotar otras alternativas no químicas para el control de los artrópodos asociados a los entornos humanos.

Como es sabido, la presencia de algunos insectos puede suponer un riesgo para la salud de las personas y para el medio ambiente, además de tener implicaciones económicas, estéticas o afectar al bienestar de las personas, de ahí la necesidad de controlar su presencia. Además de las necesarias medidas indirectas, culturales, preventivas, sobre los elementos constructivo-estructurales, de optimización de las condiciones higiénico-sanitarias, de la adecuada gestión de los residuos, del fomento de buenas prácticas laborales y de comportamientos y hábitos saludables y a la mayor concienciación ciudadana en la disminución del uso de plaguicidas de síntesis, la utilización de métodos de control biológico ha mostrado tener un gran potencial dentro del sector del control de plagas. Sin embargo, a pesar de que en el ámbito agrícola el empleo de microorganismos entomopatógenos y de insectos parasíticos y depredadores es ya una realidad, en el entorno de la Sanidad Ambiental su uso es limitado o inexistente y todavía tiene un largo camino por recorrer.

En el actual contexto de promoción de la GIP y de búsqueda alternativas más sostenibles al uso de plaguicidas para el control de insectos, se hace necesaria más investigación, inversión y capacitación profesional a través de la formación para lograr adaptarnos a los importantes cambios normativos y a los avances científicos y tecnológicos del sector. Entre ellos se proponen los métodos de control biológico como una opción con mucho potencial en estrategias de control integrado de plagas. A continuación, se describen algunos ejemplos:

Bacillus thuringiensis (Bt)

Se trata del microorganismo más utilizado a nivel mundial para el control biológico de plagas y se presenta como una alternativa a los insecticidas de síntesis. Algunas de sus cepas se han mostrado eficientes en el control de plagas agrícolas y su aplicación es más segura para la salud y el medio ambiente. Se considera un bioinsecticida o insecticida ecológico y su acción se debe a la capacidad de Bt de producir proteínas tóxicas contra insectos durante sus fases de esporulación y crecimiento vegetativo. Su hallazgo tuvo lugar en 1915 en la provincia alemana de Thuringia (de ahí su nombre) y su eficacia e inocuidad ha quedado demostrada a lo largo de los últimos 60 años. Su uso, además de en agricultura, se ha extendido a otros ámbitos del control de insectos como son los de interés vectorial y silvícola. La evolución de la biotecnología ha permitido identificar los genes de Bt responsables de la síntesis de las proteínas tóxicas y transferirlos a plantas que, al expresarlos, quedan protegidas y las confiere resistencia frente al ataque de algunos insectos en lo que se conoce como cultivos transgénicos Bt.

El Bt está autorizado como materia activa de plaguicidas incluidos en los registros oficiales y su modo de acción, aunque todavía no está totalmente descrito, es por ingestión afectando al sistema digestivo del insecto provocando parálisis intestinal por lo que deja de alimentarse y muere. Aunque ya se han descrito fenómenos de resistencia a la toxicidad de las proteínas del Bt, por su modo de acción diferente a la mayoría de las materias activas utilizadas, su empleo puede ser interesante dentro de una estrategia de manejo de resistencia a insecticidas

El control biológico de cucarachas

Algunos estudios de laboratorio muestran la patogenicidad de la bacteria Bacillus thuringiensis var. israeliensis y kurstaki, sin embargo, no se ha podido demostrar su eficacia en condiciones de campo. Para el control de las principales especies de cucarachas habituales en los entornos humanos se está apostando por el empleo de hongos y nemátodos entomopatógenos por su capacidad de causar grandes mortalidades. Entre los hongos ensayados destacan Beauveria bassiana y Metharhizium anisopliae y, en cuanto a los nemátodos, la especie más utilizada para el control de insectos es Steinernema carpocapsae. A pesar de la potencialidad de los microorganismos mencionados, su empleo para el control de plagas urbanas presenta algunas limitaciones como es el caso de los riegos de contaminación y posibles alergias en algunas personas derivados de la aplicación de algunas especies de hongos entomopatógenos en ámbitos domésticos. En ambos casos, el método de aplicación empleado en los estudios realizados fue mediante trampas o estaciones con cebo alimenticio llegando a conseguir casi un 70 % de reducción de la plaga.

En el caso de las cucarachas, también se conocen algunas especies de himenópteros que actúan como enemigos naturales y que son capaces de ayudarnos en su control. Dentro de las familias destacan Ampulicidae que son depredadoras de ninfas y adultos, aunque la mayoría, como en el caso de Comperia merceti (familia Encyrtidae), actúan parasitando las ootecas llegando a un porcentaje de parasitismo del 95 %. Otras especies parasíticas prometedoras y con las que se ha ensayado con éxito son Aprostocetus hagennowii, Apostrocetus tenuipes y Evania appendigaster.

Uso de feromonas para el control de plagas

Las feromonas son sustancias volátiles que emiten los insectos y que actúan como un lenguaje químico de comunicación entre los individuos de su misma especie provocando cambios en el comportamiento de los mismos. Su uso como método de control de plagas es ya una realidad y se usan principalmente en agricultura, frente a insectos que atacan a los productos almacenados y frente a plagas forestales. Las técnicas más empleadas son la confusión sexual y la captura masiva.

La confusión sexual consiste en la liberación en el medio de una elevada cantidad de feromona sintética, creando una nube que dificulta a los machos la localización de las hembras y, por tanto, que se produzca el apareamiento. Esta técnica se emplea habitualmente para el control de plagas de insectos del orden Lepidoptera pero existen numerosos estudios que muestran su posible aplicación frente a plagas de los órdenes Coleoptera y Hemiptera. Su uso está ampliamente extendido en agricultura principalmente en viña, frutales de pepita y hueso, en almendros y pistachos. En España se aplica mayoritariamente para el control de Lobesia botrana (polilla del racimo) en viña y, cada vez más, en el cultivo del arroz frente a Chilo suppressalis (barrenador del arroz). En Sanidad Ambiental existen soluciones comerciales a base de feromonas para el control de Plodia interpunctella y Ephesia kuehniella en los productos almacenados e industria alimentaria, empleando las técnicas de aplicación anteriormente mencionadas.

En cuanto al empleo de trampas de feromonas se ha mostrado como un método eficaz para disminuir las poblaciones de insectos-plaga mediante la captura masiva (atracción y muerte) y también se utiliza para la evaluación y monitorización en estrategias de GIP. Su utilización es habitual para el control de plagas en Sanidad Vegetal y existen soluciones en el mercado para el control y monitorización de cucarachas, chinches de la cama, escarabajos y polillas.

En cuanto a las ventajas de estas técnicas de control con feromonas destacan su gran especificidad, su acción eficaz a bajas concentraciones, la ausencia de toxicidad y el ser respetuosas con el medio ambiente. Además, nos pueden resultar útiles para el manejo de resistencias a las materias activas insecticidas, pero presentan los inconvenientes de los elevados costes de desarrollo y producción de feromonas y que, en el caso de altas infestaciones, puede ser necesario la aplicación combinarlos con otros métodos de control.

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