LA INVASIÓN DE UCRANIA ACELERA LOS PASOS HACIA UN NUEVO MODELO ENERGÉTICO

Nadie pensaba hace dos años que un virus cambiaría nuestra forma de vida de manera inmediata, que nos obligaría a confinarnos en nuestros hogares y modificaría nuestras prioridades. Y nuestro día a día. La pandemia paralizaría la economía y tendría efectos inmediatos en muchos aspectos, entre ellos, en los precios de la energía, al provocar una reducción drástica de la demanda global que los situó en niveles de 15 años atrás.

Nuevamente, tampoco pensábamos que en la Europa del siglo XXI se desataría un conflicto bélico como el de la invasión de Ucrania, que está poniendo en peligro la estabilidad mundial y provocando un “tsunami energético”. España y muchos otros países han acelerado para alcanzar cuanto antes un nuevo modelo energético.

La dependencia energética

La guerra de Ucrania ha hecho aún más evidente la enorme dependencia energética que tenemos de los combustibles fósiles y de los países que las poseen. Es inevitable pensar que, si tuviéramos otro tipo de modelo energético, fundamentalmente basado en energías renovables, la crisis energética apenas nos estaría influyendo. Y no sólo eso, contribuiríamos al cumplimiento de compromisos ambientales, a la lucha contra el cambio climático, se generarían puestos de trabajo asociados a tecnologías limpias y se mejoraría la calidad de vida y la salud de las personas.

La tarea no es sencilla a día de hoy. Si bien la energía eléctrica tiene un mayor camino recorrido hacia un modelo 100% renovable, otros muchos sectores son todavía a día de hoy, excesivamente dependientes de los combustibles fósiles. Las fuentes de energía renovable (solar, eólica, biocombustibles y residuos, hidroeléctrica…) no suponían en 2020, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, ni siquiera una quinta parte de las fuentes de energía utilizadas en España. Todavía nos queda mucho camino por recorrer para poder decir que hemos sido capaces de alcanzar el objetivo de contar con una energía asequible y no contaminante, tal como establecen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 7).

El camino no es sencillo porque cada fuente de energía tiene sus pros y sus contras. Por ejemplo, a pesar de todas sus ventajas, no tendríamos suficiente territorio para proveer toda nuestra demanda con instalaciones de energía solar fotovoltaica. Por el contrario, si pensamos en toda la superficie que representan las cubiertas de nuestros edificios (a día de hoy desaprovechadas) existe una oportunidad de oro para impulsar proyectos que promuevan una generación distribuida y permitan dar un paso más hacia el autoabastecimiento energético, tal como se ha establecido en la reciente aprobación de la Hoja de Ruta del Autoconsumo.

Por otro lado, si evaluamos la generación de energía a través de las centrales nucleares, a pesar de que en términos de emisiones de gases de efecto invernadero sea una fuente que juega con ventaja, tiene una serie de inconvenientes y riesgos que la hacen poco aconsejable (entre otros, el peligro que entrañan las instalaciones, el enorme coste de las infraestructuras o la necesidad de gestionar durante cientos o miles de años sus residuos). Pero además, la guerra de Ucrania, también ha puesto de manifiesto que las instalaciones nucleares, en caso de conflicto, son un claro objetivo militar.

Por supuesto, respecto a los combustibles fósiles, sus impactos son sobradamente conocidos. El uso creciente de los mismos desde la Revolución industrial ha provocado la existencia de un fenómeno ya irreversible, el cambio climático, originado por la acumulación de las emisiones de gases de efecto invernadero que hemos vertido a la atmósfera durante décadas. El hecho es que, aunque hoy dejáramos de emitir CO2 (cosa que desgraciadamente no va a ocurrir), sufriríamos las consecuencias derivadas de lo emitido en el pasado. Este hecho, por ejemplo, pone de manifiesto un criterio más a la hora de pensar en las fuentes de energía que queremos en nuestro nuevo modelo energético: el factor temporal asociado a cada impacto.

Plan REPower EU

Por todo ello, para hacer frente a la crisis desatada a raíz del conflicto de Ucrania, la Comisión Europea ha presentado recientemente el plan REPowerEU con el que quiere promover acciones conjuntas para girar hacia un modelo energético más asequible, seguro y sostenible. El objetivo más inmediato del plan es reducir drásticamente la dependencia actual de los combustibles fósiles de Rusia, pero, además, se pretende dar un impulso definitivo al despliegue de las energías renovables.

Por ello, la demanda de profesionales que estén cualificados y preparados para el diseño y desarrollo de instalaciones de generación renovable se incrementará exponencialmente y el sector generará en las próximas décadas un gran número de puestos de trabajo. La transición energética necesita profesionales que comprendan a la perfección el sector energético porque una cosa es segura: el modelo energético del futuro deberá ser 100% renovable.

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